sábado, 29 de diciembre de 2012

ECSB


La luz descansa en corrientes de polvo y polen, largos viajes recorre en todas direcciones, dorada, valiosa, muerte blanca, constancia de la materia en la inexistencia.
Asfalto fresco de rocío, escarcha de horas y termómetros.
Los semáforos más solitarios, otros caminares del tiempo, salpicaduras de noche tersan tus mejillas, resquicios de luna inerte cristalizan tras las fibras del guante la expresión de tus poros.
Y el aroma, aroma de tierra caliente, de intensos marrones, terrones y agua, química y órganos, al pedalear combusten los estratos primigenios, sangre caliente en el norte, cubitos de fuego montados a través de geometría acromática, más allá de la pragmática se idea la pasión, ojos, ojos locales, ojos transatlánticos, ojos curiosos, abiertos y cerrados observando, sin embargo, símbolos ajenos y siempre propios.
Los frenos no funcionan en el camino sin esquinas, sobre un latifundio ya explorado en su plano transversal, y aveces nos colamos, por grietas fortuitas, para dejar de rodar en círculos, para bucear en fluidos intercraneales, para copular con nuevas mentes, atemporales o con aroma a champú, la semana pasada ya no será la siguiente. El futuro fue inventado en un momento concreto, esperar fue el último pecado que nos concedimos.
Cuantas generaciones de homínidos fueron abrasadas por la locura hasta que la consciencia cercó sus límites?

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